Así es como les indicaba a mis
hijos cual era la senda por la que su abuelo David, mi padre, iba todos los
días desde
Santa Aurelia, finca en la que vivía, hasta el colegio que había en el antiguo
Convento de los Franciscanos, hoy convertido en
Casa de Cultura.
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Casas de Santa Aurelia y Ermita |
Allí vivieron mis abuelos Batiste y Milagros (naturales de Castalla), con los 10 hijos que sobrevivieron de los 12 que llegaron a nacer (Batiste, Regino, Quico, David, Ramón, Manolo, Pepe, Milagro, Quica y Encarnación). La casa pertenecía en aquella época a una familia de Granada y mi abuelo trabajaba de mulero en la finca, ocupando la planta baja. Tanto mis tíos como mi padre, aun siendo niños, ayudaban durante el día en las labores agrícolas y cuidaban del pequeño ganado con el que contaban. A la caída del sol, los que estaban en edad de aprender, se desplazaban a las clases nocturnas que los padres franciscanos daban para aquellos que no podían hacerlo durante el día. El regreso a casa siempre se hacía en noche ya cerrada.