Así se podría calificar a mi padre, "un gran hombre" pero al mismo tiempo, pequeño por su tamaño.
En la publicación de este blog en la que hablaba dels Bresquilles, contaba que en su niñez, el ser bajo ya marcó desde la cuna una diferencia respecto a sus hermanos. Bueno, mejor dicho, desde el pesebre. Mientras que sus 6 hermanos dormían sobre los bancos de piedra de la cuadra, a él lo acostaban en el pesebre porque era el único que cabía dentro.
Aunque no era el más joven sí era el más bajo, lo que provocaba la mofa de sus hermanos y dio lugar a algunas anécdotas que quiero compartir. En algunos casos fue él mismo el que me las refirió pero otras han ido pasando de boca en boca dentro de la familia aunque él se empeñara en desmentir muchas de ellas.
Como por ejemplo la que tuvo lugar en 1906 en el día de la Confirmación de sus hermanos mayores. Por aquel entonces mi padre tenía unos dos años y mi abuela, apurada por no disponer de ropa nueva para todos, decidió que a Davitet le pondría las enaguas del bautizo que todavía le venían. Cuando llegó a la iglesia lo cogió en brazos para disimular y que pareciera más pequeño de lo que era.
En el momento de la ceremonia religiosa en que empezó a sonar el órgano, del susto que se llevó mi padre dio un salto para escapar de los brazos de mi abuela Milagros y echó a correr por toda la iglesia hasta salir a la plaza, ante la mirada sorprendida de la gente al ver un "xiquet de bolquers" correr a toda velocidad.
En aquella época, mi abuelo Batiste ponía a trabajar en el campo a sus hijos cuando alcanzaban los 10 o 11 años. Para labrar les daba una mula y un arado. Cuando llegó el turno de mi padre, como no llegaba a la esteva, que es la pieza que sirve para maniobrar, y tampoco podían permitirse que se dedicara a estudiar, le dijo: Davitet, tu a pasturar el ganao!
Elaboración de queso de oveja |
Elaboración de embutidos en la matanza del cerdo |
A la puesta de sol tenía que regresar a casa. A esas horas ya estaba cansado por lo que se buscaba las mañas para llegar cuanto antes y lo más cómodo posible. Así que cogió la costumbre de retener a unos de los corderos más grandes, sujetando una de las patas delanteras. El resto de ganado, como ya se conocían el camino, se ponían en marcha en dirección al corral. Cuando ya las había perdido de vista, se montaba de un salto a la grupa del animal como si fuera un vaquero del Oeste y sujetándose fuertemente al cuello del animal alcanzaba al resto sin tener que andar.
Esto por supuesto lo hacía a espaldas de mi abuelo así que un poco antes de llegar a la casa saltaba para entrar como si tal cosa.
Esto por supuesto lo hacía a espaldas de mi abuelo así que un poco antes de llegar a la casa saltaba para entrar como si tal cosa.
Porque mi padre era bajito pero tonto, no.