Entre los años 53 y 55 a mi padre le adjudicaron en subasta los derechos de extracción de leña, de tala y limpieza de los montes de la Casa Font del Llop de Dalt, en el término municipal de Castalla, que se encuentran en la zona del Carrascal de esa localidad.
A la derecha, los Montes de Carrión y a la izquierda las Umbrías de Santonja. Entre ambos macizos discurre la senda hacia la Casa de la Font del Llop de Dalt. |
Pudo quedarse con los derechos gracias a la ayuda
económica de José Hernández Parra, el Tio Rata, que tenía en aquellos momentos
un aserradero en Biar.
Para la tala de los pinos contratamos a cuatro jóvenes de Pinoso pero el resto de trabajos de poda y realización de gavillas de la leña de las copas de los pinos los llevábamos a cabo Pepe Xavos, Pepe el Rata (hijo) y yo.
También tuvimos que contratar cuatro carreteros de Castalla
conocidos como Quicot, Fasegura, Torriá y Domenech. Además de ellos, el
transporte a Biar de las gavillas de leña lo realizaban Primitivo, Moreno-Cova , el Pontarronero y Antonio Marco (Moreno).
Transporte de gavillas de leña |
Salía temprano los lunes llevando el avituallamiento para tres días y los miércoles regresaba al pueblo a por más. Los jueves iba nuevamente a la finca con más comida y me quedaba ya hasta el sábado por la tarde. Como tenía que hacer el recorrido de noche y
por miedo a que me detuviera la Guardia Civil me tuve que comprar una dinamo
que al friccionar con la rueda delantera encendía la luz de un farol colocado
encima de la misma.
Los trabajadores de Pinoso también venían con
bicicletas pero Pepe Xavos y Pepe el Rata eran menos afortunados ya que iban andando desde Biar los lunes y
regresaban a sus casas el sábado.
Para llegar a la Casa de la Font del Llop me dirigía por el camino de la Argueña para, una vez allí, desviarme hacia la Casa Mira (hoy desaparecida), también conocida como del Tío Diego.
Fragmentos de un Plano de 1897 en el que aparecen indicados tanto el antiguo camino hacia La Argueña como la Casa Mira, que hoy hubiera quedado al otro lado de la autovía a Sax. |
(c) Instituto Geográfico Nacional. 1955 |
Solar en el que se levantaba la Casa Mira, en el que ya no queda ningún resto |
Como parte de la senda era intransitable para la bicicleta, la dejaba a resguardo en dicha casa los lunes y los jueves y cargaba con el capazo con comida a mis espaldas, atado con un cuerda, para seguir a pie.
La comida que llevaba consistía principalmente en arroz, que era la base de nuestro alimento diario. Durante el año y medio que estuvimos trabajando en la Font del Llop comíamos todos los días arroz con habichuelas (fresols o fesols) que nos facilitaban los arrendatarios de la casa. Rara vez lo acompañábamos de alguna piel de bacalao o alguna corteza de tocino (cansalà). En aquella época, dentro del saco de arroz normalmente encontrabas también algunas piedrecitas. Era habitual ver a las mujeres fuera de las casas, aprovechando la luz del día, con una garbilla pequeña en la mano, llamada sarandeta, separándolas de los granos de arroz.
Zaranda o Saranda para cribar |
Nosotros carecíamos de garbilla y, además, cuando queríamos preparar el arroz era ya de noche, así que a la luz de un candil buscábamos con los dedos dentro del saquito, tarea que no finalizaba hasta que uno de nosotros decía finalmente; Ja no n'hi ha ninguna pedra!
Desde la Casa Mira hasta la del Font del Llop de Dalt había unos cuatro kilómetros, distancia que yo recorría a paso ligero pese a ir cargado. Antes pasaba por la Casa Carrión, en la que vivía la familia Fasegura de Castalla. En algunos mapas aparece actualmente como el Mas de Sant Rafael.
Casa Carrión, desde la que nace la senda hacia la Casa de la Font del Llop |
(c) Instituto Geográfico Nacional |
La senda se dirigía cuesta arriba cruzando la sierra
conocida como la Umbría del Marqués de Villagracia (en algunos mapas aparece como Umbrías de Santonja, apellido del marqués) y los Montes de Carrión, dentro del término de
Castalla.
Distinto tramos de la senda que lleva hasta la casa del Font del Llop y que yo recorría a pie cuatro veces a la semana |
(c) Instituto Geográfico Nacional |
Casa del Font del Llope de Dalt |
El día que nos reincorporamos al trabajo, al final de la jornada nos sentamos todos alrededor de una hoguera para descansar un rato y entrar en calor. Todavía quedaban restos de la nieve caída a nuestro alrededor.
Nos acompañaba Joaquinet, un chaval de unos once o doce años que era hijo del
arrendatario de la casa y que pastoreaba un pequeño ganado que tenían. Al calor
de la hoguera nos contó que antes de la nevada se había encontrado muerto un cabrito y
que lo había enterrado en unos de los bancales próximos a la casa. Uno de los
de Pinoso le propuso ir a desenterrarlo y se ofreció a quitarle la piel para aprovecharla, ya que presumía de ser tan mañoso como un carnicero en
este tipo de labores.
Como estaba oscuro cogimos un candil para recorrer los
escasos 25 metros que nos separaban del lugar en el que estaba enterrado.
Bajo la capa de la poca nieve que quedaba, desenterramos al cabrito y Germán, así
se llamaba el espontáneo carnicero, peló el animal bajo la atenta mirada de
todos los presentes. Como la carne tenía buen aspecto hice una propuesta a mis
compañeros: "¿Qué os parece si tiramos la cabeza, el hígado y las entrañas que
es donde puede tener la enfermedad y nos lo comemos frito con ajos?"
De todos los presentes únicamente apoyaron mi propuesta el
propio Germán y Pepe el Rata así que entre los tres cogimos de la casa una paella grande, del tipo que se usa para hacer gazpachos y también unos ajos que
nos dio el Tio Joaquín y nos pusimos manos a la obra, observados por el resto
de compañeros.
Nos lo comimos entre los tres entero y estaba riquísimo.
Cuando nos fuimos a dormir nos despedimos de todos por lo que pudiera pasar
después de digerir aquello. Germán le dijo a uno de sus compañeros (quien además
era su cuñado): “Cuñado, si mañana estoy
muerto, la camisa de cuadros que llevo puesta es tuya”
Los de Biar dormíamos en el pajar situado sobre las cuadras,
en las que dormían el resto. Como era invierno dormíamos vestidos y tapados con
una manta.
A media noche me desperté con ganas de orinar. El pajar contaba con una ventana que daba a un bancal y este tipo de necesidades las hacíamos desde allí sin salir a la calle.
A media noche me desperté con ganas de orinar. El pajar contaba con una ventana que daba a un bancal y este tipo de necesidades las hacíamos desde allí sin salir a la calle.
Pajar de la Casa de la Font del Llop |
Cuando fui consciente de que estaba vivo desperté a
Pepe el Rata zarandeándolo y gritando: Estic
viu! Estic viu!. Con los ojos medio cerrados me preguntó que qué quería a lo
que le respondí que sólo comprobar que él también estaba vivo. Me mandó
acostarme y callar.
Pasados unos días el pequeño Joaquinet, aprovechando que su
padre no le podía oír, nos confesó que la muerte del cabrito había sido
consecuencia de una pedrada suya que con muy poca fortuna le había
dado en la cabeza, ocasionándole la muerte, y no por enfermedad, como había hecho creer.
Y ésta es una anécdota que hemos contado a lo largo de
nuestras vidas muchas veces, ya que aquella era una época en que rara vez comíamos carne y nos pudimos dar un banquete con un cabrito enterrado desde hacía ya
cuatro días, sin importarnos que el animal pudiera estar o no enfermo y por una vez pudimos saltarnos l'arrós i fresols para cenar.